Una institucion ejemplar: los Bomberos de Barcelona

Article publicat a La Vanguardia, el divendres 18 de gener de 1963.

Una institucion ejemplar: los Bomberos de Barcelona


Los bomberos de Barcelona tiene ya su historia e incluso sus héroes anónimos. Uno de los hombres que saben más cosas del «Cuerpo» su antiguo jefe —hoy jubilado- don José Sabadell Mercadé. Visitamos al gran servidor de la ciudad en los momentos más duros para la urbe, cuando la nieve hacía intransitables sus calles y el cruzarlas se convertía en una excursión ardua, fatigosa, blanca y fría. Los héroes de los días de prueba, de pesadumbre ciudadana son y serán siempre los miembros del Cuerpo de Bomberos.

UNA CASA EN LAS TRES TORRES
Don José Sabadell —¡cuántas veces ha salido impreso su nombre en las informaciones de los periódicos!— vive en un lugar apacible y burgués de la ciudad: en «Las Tres Torres». Cuando vamos a entrevistarle, la empresa adquiere carácter de aventura. La nieve cubre todo el barrio.
Don José Sabadell ingresó en el Servicio de Bomberos en 1917. Escribió su historia. Ostentó la subjefatura hasta el año 1954, que ocupó la dirección total del Cuerpo por jubilación de su antecesor, el señor Jordán. En 1961 don José Sabadell cesó a su vez en el cargo, por jubilación reglamentaria. Dejó de actuar, pero no dé sentirse firmemente vinculado a una obra que contribuyó
a moldear y estructurar. El le imprimió e1 espíritu y el sentido de abnegación y sacrificio que tanto nos admira en los bomberos, gente que siente el cargo de manera vocacional, ya que cobran una cantidad que hoy haría sonrojar a cualquiera. Es decir, nada ge hace por dinero.

ABNEGACIÓN Y ENTUSIASMO
Anualmente la Agrupación Cultural y Deportiva del Cuerpo de Bomberos celebra una exposición de trabajos artísticos y de artesanía. Toda las cosas expuesta» tienen gran calidad. Los participantes sobresaldrían en la materia que exponen: carpintería, ebanistería, cerrajería, juguetería, mecánica, etcétera.
—Para ingresar en el Cuerpo es necesario conocer algunos de los oficios que integran el ramo de la construcción: albañería, cerrajería, carpintería y electricidad. Todos los componentes conocen perfectamente mas de uno de tales oficios, y le aseguro que lo practican de manera perfecta.
Nos atrevimos a formular veladamente una pregunta:
—¿Cómo es que gente tan dotada para otros menesteres, hoy precisamente muy buscados y bien pagados, se enrolan en el anonimato de un servicio mal retribuido y lleno de dureza?
—La vocación —nos replica el señor Sabadell—.
Es el espíritu de sacrificio, de colaboración, de ayuda, de amar aquello que hacen cada día. Es una réplica al afán crematístico y realista de nuestro tiempo. Piensan en ayudar a los demás, en ser útiles al prójimo. Esto puede que haga sonreír a muchos, pero es cierto. Hay bomberos que se hallan francos de servicio. Se produce entonces un incendio, una inundación, algo que requiere brazos y esfuerzos. Entonces dejan su descanso, su asueto, sus horas libres de preocupaciones, y se presentan espontáneamente en el cuartel, a formar con los demás. Han nacido para esto, para ayudar, para ser útiles. Es el espíritu del Cuerpo —ya le digo—; el amor al equipo; la unidad de la mano que tiene cinco dedos para la acción y el amor.

EL PAJARO QUE CANTA
Hablamos. Desde el hotelito del señor Sabadell, patrimonio de los suyos, veíamos nevar. Mientras conversamos se mueve entre nosotros ana chicuela vivaracha y feliz: la nieta. Es la música de fondo de nuestra conversación El pájaro que canta.
José Sabadell Mercade, ex jefe director del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamentos sucedió a José María Jordán. Ahora le ha sucedido a él José María Jordán Casaseca, hijo, porque el amor al servicio también se hereda, como los blasones.


ESPÍRITU DE EQUIPO
Pregunto datos al señor Sabadell, que después me confirmará a su vez el actual director del
Servicio, señor José María Jordán Casaseca.
—El Servicio cuenta en la actualidad con unos cuatrocientos hombres, entre talleres y secciones administrativas del Cuerpo.
Después se extiende en el elogio y descripción de los que hasta hace poco han sido sus compañeros: Jordán, Esteve, Roger, arquitectos todos ellos; de los jefes auxiliares y de zona: Doria, Salvador, Ferrer y Jorge Teixidor, un hombre joven que puede encarnar muy bien este «espíritu del Cuerpo». Ingresó en él en calidad de perito industrial, pero al darse cuenta de las necesidades técnicas del Servicio, se hizo aparejador, y ahora acaba la carrera de ingeniero.

HORAS UBRES, HORAS APROVECHADAS
En sus horas libres muchos bomberos se ayudan con otras actividades para ganar un sobresueldo. La mayoría trabaja en los oficios ya citados del ramo de la construcción. Algunos se convierten en taxistas, cautos y prudentes. A otros les da por la literatura, como Pascual, autor de una revista que se estrenó en el Teatro Barcelona, y otro —no recuerdo ahora su nombre—, autor de amenísimas novelas policiacas.

La Agrupación Cultural y Deportiva del Cuerpo de Bomberos edita también una publicación: «¡Alarma!», que implica un esfuerzo extraordinario si se tiene en cuenta que no hay ningún profesional del periodismo entre ellos.
No es necesario preguntarle a don José Sabadell como se divierten los bomberos. Practican el deporte como elemento necesario y extensivo de su profesión. Son campeones de España de balonvolea, y poseen uno de los mejores conjuntos españoles de gimnasia ornamental. Diariamente, en el patio del cuartel de la calle de Provenza, practican gimnasia. Hasta su muerte han tenido como profesor al célebre gimnasta barcelonés señor Brigall. Muerto éste, desgraciadamente, el cargo ha sido «amortizado» v se las apañan como pueden.
El sargento Carreras, jefe de guardia, jugó al rugby, e incluso, creo, que llegó a «internacional).
El señor Sabadell fue un excelente jugador de fútbol.

UN ALCALDE RECORDADO
El Servicio ha mejorado lentamente, pero no tanto como requiere Barcelona y sus necesidades.
Últimamente se han adquirido dos elementos notables: un autogrúa, que siempre esta en servicio, y el autoescala de 52 metros, que conocen ya todos los barceloneses.
—Cuando yo ingresé en el Servicio —nos cuenta ahora don José Sabadell— solamente contábamos con tres coches. Un «Hispano» para los técnicos y dos coches, uno de ellos un autofurgón.
Primero acudíamos los jefes al lugar del siniestro. Si la cosa realmente era importante, enviábamos a buscar la bomba o el autofurgón. Trabajábamos en pésimas condiciones, hasta que se posesionó de la alcaldía de Barcelona el barón de Viver. Aquel alcalde, que tanto sintió los problemas de la ciudad, se preocupó extraordinariamente del Servicio de Bomberos. En 1927 poco antes de la Exposición, logró renovar y ampliar el material de extinción y, si no recuerdo mal, compró, con un millón y medio de pesetas, más de catorce unidades.
Durante los últimos años de mi ejercicio al frente del Cuerpo de Bomberos hallamos en el concejal señor Truyols un gran entusiasta que nos ayudó mucho en nuestra labor y en nuestro desenvolvimiento.

CUANDO LA CIUDAD CRECE
Hablamos de los tiempos felices de Barcelona, cuando sólo se producían un par de centenares de incendios durante todo el año. Pero a medida que la ciudad creció el índice de sus catástrofes públicas se hizo también mayor. De los seiscientos servicios anuales se pasó en 1937-38 a 1.800.
A todos les parecía, incluso al señor Sabadell, que aquella era una cifra tope, pero desgraciadamente no fue así. Hoy los servicios anuales de los bomberos sobrepasan la cifra de 2.009.
Preguntamos a qué es debido este incremento de los incendios.
—A la industrialización creciente de Barcelona y a sus industrias de plásticos y de productos químicos. Y sobre todo a la falta de precaución.
La gente se preocupa poco. Son contadísimas las entidades, comercios y manufacturas que toman las debidas precauciones y colaboran así a la labor del Servicio. Podría citar un caso encomiástico de «miedo al fuego»; el Teatro del Liceo. Alli se toman toda suerte de precauciones y medidas de seguridad siempre pensando, acaso, en aquel incendio de ahora hace cien años que acabó con todo el interior del coliseo de las Ramblas.

El DIOS DEL FUEGO
Cuando habla del fuego, el dios de tantos países del mundo antiguo, los ojos del arquitecto señor Sabadell brillan y se avivan interesados. Todavía hoy, jubilado y con setenta años a cuestas, saldría para apagar cualquier incendio. Cierta vez viajé con él por diversos países europeos. Todo le gusté y le maravilló incluso, pero nunca sus ojos se posaron con tanto interés sobre una cosa como cuando lo hizo a 5 distinguir las llamas de un incendio en los Alpes Marítimos. Las llamas parecían alzarse y cabrillear en el fondo de sus agudas y penetrantes pupilas.

NUESTROS AMIGOS, LOS BOMBEROS
Cuando abandonamos el hogar tibio, acogedor, hospitalario y noble de don José, nos detenemos un momento en el cuartel de Bomberos de la calle de Provenza. El señor Jordán nos explica la labor realizada por el Cuerpo desde la triste Navidad blanca.
La nieve venció por unos días al fuego, ese fuego que ardía en los ojos limpios, claros, de don José Sabadell, servidor número uno de la ciudad de Barcelona, a la que dedicó, no los mejores años de su vida, sino toda una vida

Arturo LLOPIS